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A un poeta Sajón - Jorge Luis Borges


Jorge Luis Borges.

Tú cuya carne, hoy dispersión y polvo, 
pesó como la nuestra sobre la tierra, 
tú cuyos ojos vieron el sol, esa famosa estrella, 
tú que viniste no en el rígido ayer 
sino en el incesante presente, 
en el último punto y ápice vertiginoso del tiempo, 
tú que en tu monasterio fuiste llamado 
por la antigua voz de la épica, 
tú que tejiste las palabras, 
yú que cantaste la victoria de Brunanburh 
y no la atribuiste al Señor 
sino a la espada de tu rey, 
tú que con júbilo feroz cantaste, 
la humillación del viking, 
el festín del cuervo y del águila, 
tú que en la oda militar congregaste 
las rituales metáforas de la estirpe, 
tú que en un tiempo sin historia 
viste en el ahora el ayer 
y en el sudor y sangre de Brunanburh 
un cristal de antiguas auroras, 
tú que tanto querías a tu Inglaterra 
y no la nombraste, 
hoy no eres otra cosa que unas palabras 
que los germanistas anotan. 
Hoy no eres otra cosa que mi voz 
cuando revive tus palabras de hierro. 

Pido a mis dioses o a la suma del tiempo 
que mis días merezcan el olvido, 
que mi nombre sea Nadie como el de Ulises, 
pero que algún verso perdure 
en la noche propicia a la memoria 
o en las mañanas de los hombres.

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