Publicado por Alberto Piernas hace 21 horas en Actualidad Literaria.
Hoy me hice una pregunta tan sencilla como compleja: ¿Por qué escribimos? Porque nos gusta, pensé en un primer momento. Pero no me pareció una respuesta convincente, y claro, te pones a pensar y la lista puede llegar a ser interminable. Por suerte, las palabras de George Orwell y algunas divagaciones propias me han ayudado poco a poco a vislumbrar algunas respuestas para la que es una de las cuestiones más universales de nuestro tiempo.
Unos dirán que escribimos por amor al arte, otros por dinero, por camuflar verdades bajo mentiras, por recrearnos en una segunda vida, porque es una enfermedad, porque necesitamos dejar testimonio, porque queremos que alguien recite un verso nuestro cuando ya no estemos . . . Y ha sido mientras reflexionaba cuando me he topado con estos convincentes cuatro motivos de George Orwell para escribir, recogidos en su ensayo Why I Write:
Puro egoísmo
El deseo de parecer inteligente, de que se hable de él, de ser recordado después de la muerte, para ganar de adultos a los que le desairaron en la infancia, etc, etc. Es una patraña fingir que esto no es un motivo, y uno poderoso. Los escritores comparten esta característica con científicos, artistas, políticos, abogados, militares, hombres de negocios con éxito -en fin, con toda la corteza superior de la humanidad. La gran masa de los seres humanos no son extremadamente egoístas. Después de los treinta años abandonan casi del todo la noción de que son individuos -y viven principalmente para otros, o simplemente se ahogan bajo la servidumbre. Pero también hay una minoría de personas con talento, voluntariosos que están decididos a vivir su propia vida hasta el final, y los escritores pertenecen a esta clase. Los escritores serios, debo decir, son en general más vanidosos y egocéntricos que los periodistas, aunque menos interesados en el dinero.
El entusiasmo estético
La percepción de la belleza en el mundo externo, o, por otra parte, en las palabras y su correcta disposición. Placer en el impacto de un sonido a otro, en la firmeza de la buena prosa o el ritmo de una buena historia. El deseo de compartir una experiencia que uno siente es valioso y no debería perderse. El motivo estético es muy débil en muchos escritores, pero incluso un panfletario o un escritor de libros de texto tendrán palabras y frases favoritas, que apelan a él por razones no utilitarias; o siente poderosas sensaciones sobre la tipografía, el ancho de los márgenes, etc. Por encima del nivel de una guía de trenes, ningún libro está libre de consideraciones estéticas.
El impulso histórico
El deseo de ver las cosas como son, de averiguar los hechos verdaderos y almacenarlos para el uso de la posteridad.
El propósito político
Usando la palabra “política” en el sentido más amplio posible. El deseo de empujar al mundo en una dirección determinada, de alterar la idea de los demás sobre la clase de sociedad a la que deben aspirar. Una vez más, ningún libro está realmente libre de sesgo político. La opinión de que el arte no debería tener nada que ver con la política, es en sí misma una actitud política.
Se puede ver que estos impulsos han de estar en guerra los unos contra los otros, y cómo deben fluctuar de persona a persona y de tiempo en tiempo
¿Dijo Orwell verdades como templos? ¿Crees que existen otros motivos por los que escribimos?
¿Por qué escribes tú?
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