La
Dama del autobús...
Estaba yo en la parada del Bus, Cuando la vi venir
caminando con andar elegante, alta, delgada, el pelo negro suelto, piel rosada
y tersa, la nariz pequeña y respingada endosaba una blusa negra de cuello
abierto, una falda beige abierta en un costado, miraba a su alrededor y sonreía
consciente de su belleza.
Mientras ella subía a la guagua nuestras miradas se encontraron, mantuvo sus ojos fijos en los míos. Una voz en mi interior dijo – Vamos muévete, sube al coche, no la pierdas; observa que elegancia, todos la miran. – Se sentó en único puesto libre, al lado de la señora gorda y sudorosa. Logre abrirme paso entre los pasajeros, y me situé parado frente a su asiento. Mientras el bus iba brincando, sacudiendo y resoplando, mis ojos exploraban una y otra vez sus formas .Percibí que sentía sobre su cuerpo el peso de mi mirada que la acariciaba y besaba con ternura. Un tímido rubor subió por sus mejillas, de nuevo sus ojos buscaron los míos, descubrí en las profundidades de esas pupilas una chispa de placer. Mis ojos se retuvieron en la blusa y ávidos se infiltraron en el escote con extrema delicadeza acariciaron, primero un seno luego el otro; una sonrisa cómplice se dibujó en sus labios mientras con mis caricias sus pezones se endurecían marcando la camisa. Un suave suspiro y con un ligero movimiento separo sus rodillas, ese tanto que sirvió, para que su pierna izquierda asomara por la abertura de la falda; mis ojos se movieron rápidos hacia ella, tocando su piel. Mi vista subió por la rodilla hacia el muslo, se insinuó bajo la falda, sentí como se estremecía de placer, mientras sus rodillas se abrían cada vez más y sus labios se humedecían…El autista freno y abrió las puertas del bus. Ella para bajar pasó a mi lado y nuestras manos se rozaron. Desde la ventanilla, la vi caminar alejándose del vehículo la seguí con la mirada hasta que volteó y mirándome, subió la mano hasta sus labios y envió un beso, alejándose se perdió entre la gente y el bus continuo por su ruta.
Mientras ella subía a la guagua nuestras miradas se encontraron, mantuvo sus ojos fijos en los míos. Una voz en mi interior dijo – Vamos muévete, sube al coche, no la pierdas; observa que elegancia, todos la miran. – Se sentó en único puesto libre, al lado de la señora gorda y sudorosa. Logre abrirme paso entre los pasajeros, y me situé parado frente a su asiento. Mientras el bus iba brincando, sacudiendo y resoplando, mis ojos exploraban una y otra vez sus formas .Percibí que sentía sobre su cuerpo el peso de mi mirada que la acariciaba y besaba con ternura. Un tímido rubor subió por sus mejillas, de nuevo sus ojos buscaron los míos, descubrí en las profundidades de esas pupilas una chispa de placer. Mis ojos se retuvieron en la blusa y ávidos se infiltraron en el escote con extrema delicadeza acariciaron, primero un seno luego el otro; una sonrisa cómplice se dibujó en sus labios mientras con mis caricias sus pezones se endurecían marcando la camisa. Un suave suspiro y con un ligero movimiento separo sus rodillas, ese tanto que sirvió, para que su pierna izquierda asomara por la abertura de la falda; mis ojos se movieron rápidos hacia ella, tocando su piel. Mi vista subió por la rodilla hacia el muslo, se insinuó bajo la falda, sentí como se estremecía de placer, mientras sus rodillas se abrían cada vez más y sus labios se humedecían…El autista freno y abrió las puertas del bus. Ella para bajar pasó a mi lado y nuestras manos se rozaron. Desde la ventanilla, la vi caminar alejándose del vehículo la seguí con la mirada hasta que volteó y mirándome, subió la mano hasta sus labios y envió un beso, alejándose se perdió entre la gente y el bus continuo por su ruta.
Fredo Nedi .©
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