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La Muerte de José Arteaga



La muerte de José Arteaga.

Sentía el frío del asfalto sobre su rostro, mientras veía correr trozos de su vida pasada, como en una pecula, en mara lenta: El día de su matrimonio con María, su primer hijo, el primer arculo escrito para el periódico, la llegada de su segundo hijo.”
– ¡María me voy, me han matado cuida de los niños!
 De pronto  todo se oscureció, luego aparecieron unas centellas de luz, un dolor indefinido, mucha angustia; poco a poco fue asomando un sentir de quietud de  paz.
Coño este tipo si es  bravo,  le  me cuatro  tiros  y todavía respira.
¡Ñato! vas a tener que mejorar la puntería ya no matas al primer tiro, como lo hacías antes.
–Mierda, este periodista hijo de puta, cuando le apunté, me miro fijo a los ojos y no pude disparar bien.
¿Ahora me vas a contar que tienes corazón?
No digas pendejadas marico.
Bueno deja de hablar y en nombre de la revolución remata a este cabrón. –Le llegan: voces  roncas  susurrando, sonidos indistintos, ruidos confusos. Se acerca un auto, acelera y   huye. En el frío de la noche se escuchan risas. En su mente  aparecen más  recuerdos: La  dictadura,  las  torturas,  los presos políticos; el pueblo cada vez más hambriento, mientras los jerarcas se enriquecen. El periódico es la única voz contra el Comandante y su grupo.
Yo escribo, público. María, los niños; ya no percibo el dolor.
Arteaga debes entender que esta es una revolución en bien del pueblo.
Señor, antes yo también lo creía, pero la corrupción y la falta de libertad están pudriendo las mismas razones de la revolución.
Siempre hay víctimas y errores en todo cambio, es el precio que se debe pagar. No seas estúpido, acepta un cargo en el exterior, una buena cuenta en Suiza y deja de joder con tus ideales.
No es cosa de ideales, no podría vivir con migo mismo, sabiendo que con mi silencio seria cómplice de que cientos de ciudadanos sean vejados y que mi pueblo no tenga libertad.
–Tienes familia piénsalo
La pecula se acelera, es un torbellino, miles de recuerdos, cientos de ideas dan vuelta en su agonizante cerebro.
–Me han matado para callarme, mi pluma los hacía temblar, no  pudieron  comprar  mi  silencio.  Mañana cientos de voces se levantarán y pronto seré vengado.
 Mira  el  cabrón  como  sangra  y  se  queja,  cuando escribía  sus  boludeces,  en  el  diario,  no  se  lamentaba tanto.
¡Date prisa! Deja de hablar guevonadas y termínalo de una.
¿Por qué tengo que ser yo a terminarlo? ¡Hazlo tú!
¿Vas a arrugar, ahora me vas a salir con esa vaina de arrepentimiento? El Jefe nos dijo que lo jodiéramos, y tú lo mataras ¿Le vas a desobedecer? –  BANG
  
F.N. ©





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